La familia es el primer agente socializador del niño/a. Ésta muestra cómo es el mundo y los niños/a aprenden a relacionarse con el medio físico y social, haciendo uso de las herramientas que les mostramos como padres/madres.
¿Pero cómo hacemos para que nuestro hijo/a no tenga miedos? ¿Para que triunfe en el colegio, en la vida? ¿Para
que construya una personalidad sólida y sana?
En primer lugar, y permítanme el inciso, sanándonos a nosotros mismos. No debemos dejar que nuestras heridas hagan mella en ellos/as. Para que ellos no tengan miedo, nosotros no debemos tenerlo.
Debemos confiar en sus posibilidades, creer en ellos/as, pero también debemos creer en nosotros/as.
Para favorecer un crecimiento cerebral sano hay que crear un clima de seguridad, apoyo y afecto desde las etapas más tempranas. Éste contexto lo debe favorecer la familia, es el primer educador y el más importante. Desde ella, se tienen que construir relaciones de cariño y confianza, enseñando habilidades y alimentando el gusto por aprender. Debemos hablarle a nuestros hijos/as con palabras de amor, y no me refiero con ello a ñoñerías, no me malentiendan, me refiero a usar palabras constructivas. Tenemos que decirles que creemos en ellos/as y en sus posibilidades, sin presión, sin exigencias.
Demuestre afecto, interés y aceptación
Cuando se habla de <<demostrar afecto>> no se hace referencia a sobreproteger, rescatarle y permitírselo todo, pero tampoco basta con querer a su hijo/a y decir que le quiere. A lo que se refiere esa expresión es a que hay que <<demostrar cariño cada día>>. El niño/a nunca es demasiado mayor para prescindir de la sensación de pertenencia a un grupo y significación. De hecho incluso cuando somos adultos, seguimos buscando esa sensación de pertenencia, en clase, en el trabajo, con la familia, en nuestro hogar.
Los estudios demuestran que los niños/as que reciben cuidados atentos, constantes y cálidos producen menos cortisol, la hormona del estrés, y cuando se intranquilizan son capaces de <<apagar>> la reacción al estrés más rápidamente. En cambio, los niños/as que no han disfrutado de un ambiente positivo, tiene más probabilidad de sufrir más estrés.
Aunque nos compliquemos en buscar herramientas para crear estas situaciones positivas, las estrategias son bien sencillas, pasar tiempo con ellos/as, abrazarlos, hacerles sonreír y reír, mostrar curiosidad por sus actividades e ideas, escucharles a diario, aceptarlos/as y que se sientan queridos, son herramientas educativas y significarán mucho más para tu hijo/a que cualquier juguete, y ayudará a forjar y fortalecer el desarrollo de su cerebro.
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